jueves, 20 de enero de 2011

¿CAMELLOS en Sudamérica?

Suena extraño, pues normalmente uno asocia a esos animales con los desiertos de África o Asia. Pero lo cierto es que sí tienen primos en el continente americano, los cuales también forman parte de la familia de los camélidos.
La diferencia es que los sudamericanos no tienen jorobas ni son tan altos, pues ni siquiera llegan a la altura de la cruz de un dromedario o un camello bactríano, vienen a medir lo mismo que una persona de mediana estatura. No hay mejor sitio para ver estos "camellos" que los Andes, sobre todo en Bolivia y el Perú, aunque también se encuentran en otras regiones de Sudamérica. como la Patagonia y Tierra del Fuego (en la Argentina y Chile).
Llaman la atención, sobre todo. los elegantes y rápidos andares de estas criaturas, asi como la agilidad con que trepan por las laderas rocosas, Amortiguan sus pasos con unas almohadillas especiales muy superiores al mejor calzado para caminar.
En los Andes escasea la vegetación, y el suelo es poco profundo; con todo, los camélidos sudamericanos dañan menos el terreno con sus patas que los caballos y las mulas. Ademas, sus dientes y paladar les permiten pastar sin dañar las raices de la hierba.
A diferencia de la mayoría de los animales, que no se adaptan bien a las grandes altitudes, estos mamíferos se sienten a gusto incluso en las elevadas regiones andinas gracias a que poseen una abundancia de glóbulos rojos.
En lugares donde escasea la leña, estos animales aportan un buen combustible: estiércol seco, que pierde rápido la humedad gracias al aire de los Andes. Ademas, a diferencia de los árboles a los que hay que derribar primero, es de fácil recolección, pues estos mamíferos lo acumulan en estercoleros para delimitar su territorio.
Hubo un tiempo en que se utilizaba a estos animales en ritos religiosos. Por ejemplo, los habitantes de Chiribaya, población del sur del Perú, sacrificaban llamas y alpacas y las enterraban bajo el piso de sus casas. Asi mismo los historiadores afirman que en Huacaypata, la plaza principal de la ciudad de Cuzco, se ofrecían al inicio de cada mes lunar 100 llamas blancas criadas para la ocasión. Y una cantidad inferior se sacrificaba en honor del dios Sol en la fiesta llamada inti Raymi. Hoy dia es raro que se utilicen en las ceremonias, aunque su carne -que recuerda a la de cordero- es muy valorada. Mucho antes de que existieran refrigeradores, los incas aprovechaban las frías temperaturas y las bajas presiones atmosféricas de las alturas andinas para conservar la carne de llama, a la que solían llamar charqui. Claro está, debemos apreciar estas hermosas criaturas no solo por los servicios que prestan, sino también por formar parte de la maravillosa creación que, como un lodo, glorifica a Dios (Salmo 148: 10, 13).
Revista ¡Despertad! mayo 2004.

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